VIH: ¿la causa de todas mis desgracias?

Aunque nos pasemos la vida echándole la culpa al VIH, muchas veces las cosas NO giran en torno al virus. ¿Por qué lo digo? Porque muchas veces, sobretodo al principio de nuestro diagnóstico, solemos creer que el miedo, la ansiedad y la depresión son a causa del VIH; pero en la mayoría de casos la realidad es que esos sentimientos ya estaban ahí con nosotros, acompañándonos… Lo que sucede es que el diagnóstico es una especie de catarsis emocional, un depurante para tu interior. Y como todo lo que limpia, primero debe salir la mugre, lo sucio y lo feo, para que podamos ver el resultado de la limpieza.

Sin algo a que culpar de nuestros males, lo que hace la mayoría es vivir la vida parchando sus vacíos. ¿Cómo así? Pues, si estamos deprimidos buscamos diversión, si estamos ansiosos buscamos alivio, si sentimos inconformidad nos ahogamos en tareas o proyectos para evitar enfrentar el vacío de nuestra existencia y si tenemos miedo buscamos vivencias que justifiquen lo que tememos.

el diagnóstico es una especie de catarsis emocional, un depurante para tu interior...

¿Cuando es que nos detenemos a cuestionar el por qué de nuestro actos? Usualmente ese momento llega cuando la vida se encarga de tomar las riendas por nosotros. Cuando nos muestra todo aquello que estábamos evitando ver, lo que tapábamos con planes, proyectos, personas, situaciones, vivencias, etc. La vida en su sabia naturaleza nos hace el favor de encender la luz por nosotros, para que observemos el desorden de nuestro interior. Nos susurra “amiga date cuenta”para que mantengamos esa luz encendida y vayamos limpiando poco a poco. Sin apuros.

En resumidas cuentas, el VIH no es el causante de tus desgracias, sino el motivo por el que abriste los ojos. Es una realidad tangible: la culpa, la depresión y la ansiedad no harán posible que saques las menos 20 copias de virus del cuerpo. Lo único posible es la capacidad que tienes para evaluar las cosas y encontrar todo aquello que debes limpiar; barrer y acumularlo todo en una esquina, hasta que estés preparado para tomar el recogedor y echarlo a la basura.

Aleko